El cuento y el narrador

Desde tiempos inmemoriales estuvo el cuento juntando, enseñando, entreteniendo, definiendo, buscando maneras de entender el mundo y su dinámica, la humanidad y sus múltiples aristas. Por muy banal que sea, en apariencia un cuento, detrás hay una intención de transmitir valores, estados de ánimo, experiencias, emociones, saberes.

El cuento oral es patrimonio del ser humano, es raíz, pasado, evocación, sueño, es esperanza porque los cuentos narran lo que somos y lo que pretendemos ser, lo que fuimos o no, pero que nos define y marca. El cuento es un recurso expresivo y comunicativo en sí mismo porque expresa, propone, devela, dice, insinúa y deja la libertad de que, en el proceso de narración, el que narra y el que escucha caminen por inusitados trillos en una suerte de comunicación, sin otra regla que la de la escucha, la del compartir un acto en el que cada quien pone los límites (sus límites) sin que resulte violento u obligatorio.

Contar cuentos oralmente es un ejercicio de generosidad compartida y viva en el que cuentero y oyente se dan a la suerte de liberar imaginarios para que las imágenes que la palabra dibuja sean constadas en la experiencia vital de cuantos participan y vivifican el proceso, entendiendo como experiencia vital no sólo lo tangible sino todo lo que conforma la vida de un humano: aspiraciones, sueños, frustraciones, carencias, necesidades.

La Narración Oral Instrumental

El cuento oral, es por su naturaleza, instrumento de ahí que haya sido aparentemente fácil erigirlo como algo «bueno para todo»: los cuentos curan, animan a creer, a crecer, a leer, favorecen la integración, propician la motivación por determinados procesos que, en si mismos, se muestran impenetrables y fríos. Por esta razón de un tiempo a esta parte se ha “instrumentalizado” el acto de contar o de narrar oralmente, sin haber diseñado, en muchos casos, estrategias e instrumentos aduados para garantizar y evaluar su eficacia y deslindar cuando contar es un simple hecho artístico o cuando es sólo un disparador de procesos de aprendizaje.

¿Acaso hay alguna diferencia entre contar cuentos y dinamizar procesos? Es evidente que la hay, más allá de que el acto de contar sea un ejercicio de dinamización, que moviliza determinados resortes morales, afectivos, estéticos: sociales, en definitiva. Pero sólo cuando esta dinamización es consciente, sistemática y sistémica, estamos ante un hecho de animación cultural o sociocultural.

Creo pertinente, a estas alturas, definir la Narración Oral Instrumental, como el acto de narración que se sustenta en un diseño estratégico para alcanzar determinados fines o incidir en aspectos previamente definidos. El hecho instrumental, sin descuidar el componente estético del oficio, debe estar articulado a definiciones concretas de objetivos, medios, alcance, evaluación porque de lo contrario no trasciende el acto constructivo que es, en sí misma, la escucha.

El cuento de viva voz, es un hecho estético porque es esencialmente un acto de transparencia, honestidad, compromiso, autenticidad, es decir ético. Si asumimos como veraz esta reflexión es fácil de entender por qué contar cuentos propicia tan mágicos espacios de relación, porque, en apariencia, es «bueno para todo» o lo que, visto desde otra perspectiva, por qué no todo el mundo conmueve, emociona, independientemente de la aparente solidez estética de algunas propuestas escénicas de oralidad.

No creo, por otra parte, que haya que divorciar o disociar radicalmente ambas manifestaciones del oficio, pero sí es necesario aclarar que no todo aquel que cuenta cuentos artísticamente es un dinamizador de procesos socioculturales, así como tampoco es prudente, ni justo, mirar con desdén a aquellos que, en virtud de sus habilidades, hacen un manejo medianamente adecuado, del cuento oral como un recurso didáctico. Si bien no es menos cierto que la eficacia de ambos está en la verdad que mueve y sujeta al cuentero y su práctica, contar artísticamente demanda saberes que un dinamizador no tiene porque dominar y viceversa.

Contar para las infancias es contar desde ellas y con ellas

“Un niño puede romper un plato, lo importante es que no se rompa el niño; cada uno de nosotros tiene en su interior un niño que puede, cualquier día, romper un plato”- Recurro a esta frase que alguna vez me comentó un amigo sin referir su origen porque, creo, sustenta lo que hemos hablado, hurgar en nuestras infancias facilita el acercamiento a las infancias actuales sin estereotipos ni doctrinas, poniendo de manifiesto los tres pilares esenciales del oficio:

AUTENTICIDAD, HONESTIDAD Y GENEROSIDAD.
Aldo Méndez
Octubre de 2021

Escribió:

Natural de Meneses (Cuba) Aldo Méndez disfruta contando historias increíbles por todo el mundo. Estudió Filosofía en Moscú y desde 1994 es cuentero (narrador oral). Desde el 2000 reside en La Mancha (España) y en 2011 inició un viaje por Latinoamérica contando historias, impartiendo talleres y colaborando con proyectos socioculturales, artísticos y pedagógicos. Su trayectoria se ubica en más de quince países de América, África y Europa. Ha publicado algunos libros y ha sido nominado en varias ocasiones a los premios Grammys Latinos en la categoría mejor álbum de música para niños por los álbumes «Canciones y palabras» y «Sonidos que cuentan», cuyas letras son de su autoría.

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Publicado por narrandoinfancias

Narrando Infancias es un espacio donde vivir experiencias poéticas y transformadoras en torno a la infancia. Una casa de puertas abiertas donde tendemos puentes hacia nuevos espacios simbólicos conjugando múltiples miradas y lenguajes a través de la reflexión, el juego y la creación.

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